Embriáguense

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El ser humano, animal de sueño, siempre supo en la naturaleza la inspiración y las herramientas para realizar sus fantasías, sus deseos y proveer a sus propias necesidades. La necesidad de ebriedad, si no es siempre asumida, es innegable. B. Franklin decía : “el vino es la prueba continua de que Dios nos ama y quiere nuestra felicidad.”

Porque la ebriedad libera, despliega, borra la linea muy fina entre lo descriptible y lo indescriptible, y abre, quizás, las puertas de un sueño que podemos tener despiertos.

Evidentemente, no se trata de hacer la apología del abuso o sobre consumo, sino de dar de vuelta su prestigio a un arte demasiado a menudo criticado : el arte de estar ebrio de cosas.

Todo es veneno, nada es veneno, solo la dosis hace que algo no sea un veneno”, Paracelse.

La hoja de cannabis, como la uva, lleva en ella una de las llaves de la ebriedad y una de las del abandono. Cada uno tendrá que considerarla como un regalo o una lacra. Pero no cierren la puerta a priori, dejen espacio para la respiración, para la matiz. Estar ebrio no es ser un borracho.

La ebriedad es un viaje, un vuelo lírico, el fin de un poema y el principio de otro. La ebriedad es una intuición hacia la felicidad. Y, quizás, solo quizás, la ebriedad podría ser un derecho?

Dejo la pregunta sobre la mesa como podría dejar un postre y, si encuentran en ustedes mismo el espacio para contestarla, brindo a su salud.

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