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Como fuman los Libaneses ?

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Ariel, fumador sin fronteras, es nuestro enviado especial en Líbano. Desde allí, nos detalla los diferentes aspectos cannabicos de uno de los principales productores de haschisch.

Recién llegado al país del cedro, me repitieron sin cesar que “si has entendido al Líbano, es que te lo explicaron mal”. Entre maronitas, ortodoxos, drusos, chiitas, suunitas y otros mas, no puedo pretender, hasta luego de varios meses viviendo aquí, haber descifrado el paisaje social libanés.

Existen innumerables practicas culturales que coexisten entre ellas, aunque a veces sean divergentes. Desde el idioma utilizada hasta la concepción de la sexualidad, pasando por las tradiciones culinarias; raros son los usos libaneses que atraviesan todas las capas de la sociedad. No obstante, una de las practicas que pude observar casi siempre dentro de cualquier comunidad religiosa o clase social fue el consumo de haschich.

Aunque sea completamente ilegal, el haschich se produce abundantemente en Líbano, hasta tal punto que el país provee todo sus vecinos orientales y figura en el top 3 de los productores mas importantes del mundo. Acostumbrados a los premios europeos, el haschich a 2 dolares el gramo me aparecio con una buena noticia. En un país muy desigual, el haschich es accesible para todo el mundo, y, de hecho, todo el mundo fuma. No necesité mucho tiempo para asociarme al movimiento.

En medio de una entrevista con un medio local, mi interlocutor me interrumpe: “Te apeteceria fumar un porro?” Asi fue mi primera interacción con el haschich libanés. Sorprendido, acepté. La entrevista terminada, llamaba a mis amigos en Francia y, sobreexcitado, les contaba la escena. Así, entendí que aquí, todo eso no era para nada excepcional: hice mas entrevistas fumando un porro que sin fumar nada. Después de un cierto tiempo, aproveché para preguntar donde podía conseguir haschich y, de golpe, nadie me podía ayudar. La gente tenia mucho mas ganas de ofrecerme bloques enteros de hashich antes de revelarme algún contacto. Me hizo falta varios meses, discreción y paciencia para finalmente ser dirigido hacia alguien que conocía alguien que conocía a otra persona, y así sucesivamente. Y aun así, hasta hoy sigo sin haber visto un camello de mis propios ojos.

Pese a la omnipresencia del fenómeno, fumar haschich en Líbano constituye una practica peligrosa. Las autoridades locales reivindican ellas mismas su capacidad en encarcelar a cualquier persona durante tres años por un solo porro. La delación es una practica común, ya que la policía la remunera. Ingenuo, yo hablaba de fumar y de querer fumar sin complejo, en cualquier contexto. Entonces, mis amigos se apuraban en decirme de callarme, poniéndose un dedo sobre los labios. Así mismo, tuve una vez la desgracia de encender un porro en uno de los pocos parcos de Beyrouth, provocando el pánico general alrededor mio. Desde entonces, aprendí. Unicamente el espacio privado y secreto de los apartamentos de unos y otros es apropiado a lo que es, a pesar de todo, un momento de relajación. Entonces, una vez que uno esta en su casa o en una fiesta en lo de alguien, el haschich abunda, como si hubiera que compensar la prohibición que pesa en todos los otros contextos. Aquí, el hasch es de tal calidad que lo podemos desmoronar como polvo, por encima de una copita en cerámica llena de tabaco de liar. Para integrarme a los usos y costumbres locales, adquirí una copita de ese tipo, pero sigo obstinándome a liar mis porros con un pedazo de cigarrillo como filtro. Intento vender los méritos de ello, pero aquí todo el mundo parece estar resuelto a usar cartón como filtro.

En general, igual me he adaptado bien: pasé de fumar solo hierba a fumar unicamente haschich. En Líbano, es todavía mas cara que en Francia, alrededor de 15 dolares el grama, hasta tal punto que los que tienen no la comparten, hasta en fiestas. A la diferencia del haschich, la hierba es un marcador social fiable en Líbano, y su presencia se esta haciendo excepcional.

Entre la sombra del encarcelamiento y la frecuencia de los porros, la manera de la que se fuma en Líbano da testimonio de un uso casi esquizofrénico . El haschich en Líbano es como “El-Que-No-Se-Tiene-Que-Pronunciar-El-Nombre”: se puede encontrar en todas partes, pero mas vale no nombrarlo.

 

Ariel Iglesias

Los Cannabis Club de Barcelona

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Que bella es Barcelona, cuna de la cultura catalana, con las arquitecturas de Gaudi, sus cervezas baratas, sus discotecas en cada calle, su temperatura estival y sus clubes de cannabis.

En Cataluña, el primer Club nace al principio de los años 90. Los fumadores de marihuana lo deben todo a un fiscal que luchaba contra las sustancias ilícitas en Barcelona, y que tuvo la brillante idea de pronunciar las siguientes palabras: “Es conveniente que se produzca cannabis a través de una agricultura que se pueda controlar y que se consuma en espacios privados. Luego, si se vende en el espacio público, uno se expondrá a sanciones legales“.

Desde entonces, se habla de 250 a 500 clubes cuya mitad está en la ciudad de Barcelona. Como en un club de deporte, se tiene que presentar un documento de identidad válido y una dirección española para tener el derecho de poseer una carta de miembro cuyo costo varía entre 10 y 40 euros.

A partir de ahí, se puede comprar productos que se consumen exclusivamente dentro del club.Fácil, simple, y rápido.
Poco a poco, Barcelona se impone como siendo la nueva Amsterdam, dejando un nuevo turismo cannabico propagarse por la ciudad catalana. Pero cuidado, no confundan los cannabis clubs con los coffeeshops de Amsterdam. Estos últimos son públicos y abiertos a todo el mundo cuando los cannabis clubs sólo abren sus puertas a sus miembros y a nadie más.

Comprador pero también cultivador
Casi todos los clubes piden tasas de inscripción, que van de 20€ a 50€.  La idea de cotizas en un cannabis club es astuta.  Cuando uno es miembro de un cannabis club en Barcelona, se convierte más que un simpe comprador.

Se integra un grupo de cultivadores que produce y distribuye su propia cosecha. El cannabis cultivado pertenece entonces a todo el mundo.Hay que tener en cuenta dos cosas importantes: la detención y el consumo. Detener cannabis es tolerado y será la policía que medirá esa tolerancia. Con algunos gramos en el bolsillo no hay casi ningún riesgo. Pero cuando las cantidades son importantes, 60 gramos por ejemplo, hay un alto riesgo de interpelación.

Salvo en caso de poseer el graal: la tarjeta de un club, en ese caso la policía no puede ni interpelar ni embargar el producto. Visto que los clubes son organizaciones privadas, no tienen derecho de hacer publicidad. Es entonces a veces difícil de saber precisamente dónde se esconden esos clubs.

Les aconsejamos la página web 100% española prevista a tal fin,  Weedmaps  el mapa que revela la ubicación de los mejores cannabis club.

Winabis: Primer vino de Cannabis.

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El Winabis, ese nuevo vino que nos viene de España no tiene nada de ilegal porque no contiene THC.

Es un alcohol que tiene gusto de marihuana, mezclado con uvas que provienen de lla agricultura biodinámica y de hojas de cannabis cultivado biológicamente. Este productor español sumerge sus hojas de cannabis en el vino para luego dejarlas imbuirlas de la misma manera que un té.

Para producir ese vino, se necesita el equivalente de 1.5 gramos de hojas de marihuana por litro de vino. La infusión dura 9 meses, durante los cuales el gusto se ve alterado. En efecto, se impregna del característico olor de la planta. El grado de alcohol de este vino se mantiene en 9,5∞, lo que es un poco menos que un vino tradicional de 12∞ o 14∞.

Todos las infos sobre la pàgina instagram de Winabis.

Al descubrimiento de la Red Lebanese.

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Ariel, fumador sin fronteras, es nuestro enviado especial en Líbano. Desde allí, nos detalla los diferentes aspectos cannábicos de uno de los principales productores de haschisch.

Cuando nos paseamos de uno a otro coffee-shop en Amsterdam, y que nos fijamos en la lista de variedades de haschisch disponible, muchas veces notamos que en la parte superior de la lista, aparece el misterioso de nombre de “Red Lebanese”. La reputación intrigante de ese haschisch está relacionada con el precio, el más alto de todos, pudiendo llegar hasta 35€ el gramo.

A más de 4000 kilómetros de la capital holandesa, alrededor de la pequeña comunidad de Zahlé, se extienden las llanuras de la Békaa. En esta provincia, responsable de la mayoría de la producción de la producción de hash en el Líbano, se cultiva el famoso Red Lebanese. A la cabeza de una de las principales explotaciones, el muy mediático Ali Shamas se auto proclamó el apodo de Pablo Escobar libanés. Muy activo sobre Twitter y siempre dispuesto para mostrar su colección pavorosa de armas, desde su pistola de oro a su lanza-cohetes, a medios como la BBC, Shamas burla las autoridades sabiendo su organización intocable. La comunidad chiita de cultivadores de la Beeka, de la cual es una figura del poder, es libre del orden militar del Estado libanés, y beneficia de relaciones cercanas con el Hezbollah. El Red Lebanese es su producto más rentable, pues es deseada por el mundo entero, al crecer casi solamente  en las tierras de Shamas.

Al contrario de lo que se podría pensar, el Red Lebanese no debe su nombre a su color a menudo calificado de rojo oscuro. Lo que es rojo de verdad, es la tierra polvorosa en la cual esta variedad crece en el Líbano. De ahí viene el “Red·”. La particularidad del Red Lebanese es que las plantas son dejadas aplanadas sobre la tierra roja después de haber sido arrancadas, hasta que se sequen casi completamente.

Para explicar el precio elevado del Red, basta con girarse hacia la manufactura que lo precede. Ciertos cultivadores dan testimonio en el documental Heart of Sky de la realizadora Jessy Moussalem, verdadera joya visual en inmersión  en las comunidades del haschisch, y explican que esta variedad necesita simplemente más mano de obra que el resto. Que la recolección es más difícil y más pesada, y que el proceso de transformación de las flores en  resina es realizado completamente a mano, mayoritariamente por mujeres. Con la ayuda de telas de seda fina, se frotan las flores secadas hasta que un polvo caiga, en dirección de una bolsa de plástico en el cual el hash “madura” hasta la llegada el invierno.

El resultado es un haschisch de un marrón más oscuro que la mayoría de los hash libaneses, generalmente muy polvorosos y claros. El Red Lebanese es espumoso, en razón de una prensadura minuciosa y nunca excesiva. Aunque despeje un olor fácilmente reconocible por su carácter pimentado, el humo dulce que se aspira, y tiene un espesor casi en polvo. Si produce, como cada buen hach libanés, un high relajante y nunca agresivo, el Red Libanes se destaca rápidamente por un efecto más potente al nivel mental. Así, en las noches beyruthinas, va sin decir que más vale orientarse hacia otras variedades si ya se han bebido un par de copas.

Ariel iglesias.

Encuentro con el gerente de un cannabis club.

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Max (su nombre ha sido cambiado) tiene 35 años.
Nacido parisino, decidió hace 4 años irse a Barcelona para abrir un cannabis club. Una elección lógica cuando uno lo piensa bien. Max fuma y cultiva desde siempre, en algún momento su asunto tenía que existir y crecer legalmente.

Barcelona fue en seguida una evidencia, por lo contrario de Amsterdam, que para él era  inviable por razones económicas. Crear un cannabis club cuando uno es europeo en Cataluña  resulta ser mucho más simple. Sólo basta un poco de paciencia, de un abogado, de tiempo para el papeleo y el trabajo administrativo y, así, en un año, el cannabis club de Max abrió sus puertas.

 

La inversión no es enorme. El cannabis que vende Max se reparte entre cada miembro. Cada compra ingresa directamente en las cajas del club como dentro de cualquier asociación sin ánimo de lucro. El objetivo siendo que sus miembros vengan a hacer una donación para poder fumar dentro de su club. Max se ve a sí mismo como el presidente de una asociación de pescadores, gestionando un círculo de apasionados que discute y habla de un arte demasiado desvalorizado por los Estados. Max vive de un pequeño salario que se paga cada mes. No gestiona una economía, vive de pan y cebolla y es plenamente feliz.

Las reglas en lo de Max son simples: para inscribirse en su club, hay que ser residente barcelonés y conocer una persona que ya sea miembro. Así se recibe las llaves del almacén, el objetivo siendo de establecer un círculo privado en el cuál la cultura de las plantas es compartida. La tarifa de inscripción es de 10 euros por año y el gramo vacila entre 6 y 10 euros.

Está prohibido consumir más de 60 gramos por mes. Una restricción sensata para eliminar todo riesgo de mercado negro: es el protocolo de guía de buenas prácticas cómo lo llama él.

El club recibe inscripciones que llegan de todo tipo de perfil, un poco mas de hombres que mujeres y las edades varían entre 25 y 35 años.

El menú que propone ?
Según las cosechas, el menú cambia cada 3 meses. Se provee en plantaciones (lugares  evidentemente mantenidos secretos) para tener todo tipo de cannabis, muchos clásicos, pero no quiere dar demasiados detalles: Cookie, Kush, Diesel, Amnesia, Cah, Bulbe Cash ( hash que hace él mismo) y la Gorilla blue, su preferida.

La que se vende mejor es la famosa Amnesia. Para conocer las tendencias del momento, internet sigue siendo la mejor herramienta, pues la TV no sirve de mucho cuando nos ponemos a hablar de cannabis.

Max encontró el equilibrio perfecto.

Mismo si no consigue pronosticar el futuro del cannabis club, debido a un contexto político inestable: “nadie se mueve de forma clara“.

A pesar de eso, le gusta decir que es el país que tiene más movimiento de Europa, sigue siendo mucho más abierto que Francia que es demasiado represor, sin ningún tipo de comprensión en cuanto a los cambios sociales.

Según él, la legislación francesa no va a empezar a cambiar y, mismo si se da el paso será algo parecido a América. El mundo artesanal del cannabis será devorado por las industrias. Las  patentes importantes serán atribuidas a las empresas grandes. Los granjeros, como los agricultores hoy, tendrán el cuchillo pegado a la garganta. Más vale quedarse en Barcelona por ahora.

 

 

 

Israel, cuna del cannabis mundial.

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Israel parece ser un país extremadamente conservador, pero está en la vanguardia del cannabis a uso medicinal.
Israel es un país en el cual la búsqueda y el desarrollo sobre el cannabis nunca fueron bloqueados por el gobierno.

En 1992, Israel aprobó por primera vez la utilización del cannabis a uso medicinal para un paciente sufriendo crisis agudas de asma.
En 2007, el ministro de la Salud israelí implantó un programa de cannabis a uso medicinal que beneficia hoy a mas de 40 000 pacientes.

Desde hace ya un año, los agricultores tienen el permiso de cultivar cannabis que sea destinado a un uso terapéutico, a condición de obtener un permiso del ministerio de la Salud, de la policía y de la autoridad de control de productores.
Yoav Kisch, diputado del Likoud (derecho) redactó esa ley. Subrayó su “potencial económico enorme” para el Estada y los agricultores, calificando el cannabis a uso medicinal de “producto bendito que atenúa el sufrimiento de los enfermos“.
Ocho sociedades cultivan actualmente cannabis a uso terapéutico en Israel, pero muchos otros esperan  de recibir una autorización de autoridades.

Para información
Todo empezó con Raphael Mechoulan, médico israelí, conocido por haber aislado en 1964 uno de los cannabinoides del cannabis (THC) y que a los 90 años sigue trabajando en su laboratorio de búsqueda sobre el cannabis medicinal.
El estudio que seguirá sobre el descubrimiento y el papel del sistema endocannabinoide recibiría durante los años siguientes varias recompensas nacionales e internacionales en agradecimiento por sus trabajos.
Varias enfermedades como autismo, Parkinson y ciertos efectos del cáncer son hoy tratadas a partir de la famosa planta verde

Cannabis en Francia, una prohibición demasiado cara.

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Recientemente, las cifras estipulan que más de medio billón de euros son gastados cada año en Francia para luchar contra el consumo de cannabis.

Es natural preguntarse si existiera una verdadera ventaja económica si una legalización apareciera.

Así mismo, legalizar significaría percibir impuestos.

En Francia, los profesionales evalúan la economía del cannabis medicinal, si estuviera autorizado, en un rango de 500 millones y 2 billones de euros. La página web de estadísticas y datas alemán Statista evaluó los impuestos que podría obtener la ciudad de Paris si la hierba fuera tasada como el tabaco: 102 millones de euros por año, suma que bastaría para pagar la mitad de los préstamos anuales de la capital.

Hoy en día, la INSEE subraya que no menos de un billón de euros son generados por el tráfico ilegal de cannabis… Es evidente que la legalización permitiría una mejor calidad del producto (que lo haría entonces menos peligroso para los consumidores), y de luchar contra las redes mafiosas liadas a la comercialización de esta droga.

Recordemos que los Estados Americanos en los cuales la marihuana fue legalizada, el mercado del cannabis ha despegado. En Colorado se creó en cuatro años 18 000 empleos y generado recetas fiscales inesperadas gracias a un impuesto de 30 %: 50 millones de dólares el primer año.

 

“Mon fils est encore en vie aujourd’hui grâce au cannabis thérapeutique”.

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Atteint d’une “maladie très rare”, le fils de Sébastien, Jagger, avait une espérance de vie de quatre ans. Il a huit ans et demi maintenant et c’est grâce au cannabis thérapeutique.

Sur la chaine de radio française Europe 1, Sebastien se confie.
Habitant à Atlanta aux États-unis, il a déménagé au Colorado pour que Jagger puisse être traité au cannabis thérapeutique
Aujourd’hui, Jagger jouit d’une qualité de vie impensable et inespérable avec les médicaments disponibles seulement dans les États qui légalisent le cannabis thérapeutique. On a réussi à réduire ses crise d’épilepsie de dix à douze par jour à deux, trois, peut-être quatre par jour. Il avait des grosse douleurs musculaires, on a réussi à les réduire d’à peu près 90%. On a pu arrêter de lui donner de la morphine et de l’oxycodone grâce au cannabis. Ce sont des médicaments, surtout pour les enfants, qui les mettent en mode zombie, ils sont vraiment très passifs.

Le cannabis : moteur de l’économie agricole du Liban.

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Ariel, fumeur sans frontière est notre envoyé spécial au Liban. Là-bas, il décortique pour nous les différents aspects cannabiques  d’un des principaux pays producteur de haschisch.

À une trentaine de kilomètres à l’est de Beyrouth, jusqu’au pied des montagnes qui séparent le Liban de la Syrie, s’étend la vallée de la Békaa. Dans ce qui constitue la plus importante région agricole du Liban, 60% des champs sont plantés de cannabis. Bien que cette culture remonte à l’époque de l’empire ottoman, qu’elle ait perduré durant le mandat français, elle est aujourd’hui d’une envergure sans précédent, pilier de la survie économique de toute une communauté.

Après l’échec d’un plan gouvernemental démarré dans les années 1990 et destiné à éradiquer le cannabis libanais en brûlant massivement les champs, l’Etat libanais a progressivement fermé les yeux sur une pratique dont dépendent les communautés déjà précaires de la Békaa. L’éruption du conflit syrien a donné lieu à un paysage paradoxal dans la vallée, tel que le décrit la journaliste Patricia Khoder : “La plantation des champs et leur irrigation se produisent désormais au vu et au su de tout le monde. D’ailleurs, en se promenant dans la Békaa, on aperçoit en de nombreux endroits des barrages de l’armée mis en place devant d’immenses champs de cannabis […] ce qui a pour effet d’intimider les habitants, même s’ils savent que la police et l’armée n’interviendront pas quand les champs seront coupés.” Si le cannabis domine les autres plantes dans la Békaa, c’est en raison d’un simple calcul : 1000 mètres carrés de cannabis coûtent 20$ par an à un agriculteur, alors qu’il faut compter 1500$ pour cultiver la pomme de terre sur la même surface.

Le véritable impact de la militarisation liée à la guerre syrienne est celui de l’entraînement de l’exploration du cannabis libanais. 90% de la production est destinée à l’exportation, parmi lesquels 60% seulement pour l’Egypte, le principal consommateur du Moyen-Orient. Alors qu’un dealer n’avait qu’un seul passeur à payer pour acheminer le haschich à travers les routes syriennes, il lui faudra maintenant soudoyer plusieurs factions armées, parfois rivales entre elles. A ce mécanisme peu rentable s’ajoute la sécurité renforcée sur les frontières aériennes et maritimes, avec 7,5 tonnes de cannabis saisies en 2016.

Par conséquent, l’économie du hasch au Liban se caractérise aujourd’hui par une offre complètement déséquilibrée par rapport à la demande. A la fin des années 90, le kilo pouvait coûter jusqu’à 1200$, il y a quelques années, il tournait autour de 400$, mais aujourd’hui, 200$ suffisent. Au bonheur des consommateurs locaux, aussi nombreux que discrets, au grand dam des agriculteurs de la Békaa.

Ariel Iglesias.