Hasch - Page 5

Al descubrimiento de la Red Lebanese.

//

Ariel, fumador sin fronteras, es nuestro enviado especial en Líbano. Desde allí, nos detalla los diferentes aspectos cannábicos de uno de los principales productores de haschisch.

Cuando nos paseamos de uno a otro coffee-shop en Amsterdam, y que nos fijamos en la lista de variedades de haschisch disponible, muchas veces notamos que en la parte superior de la lista, aparece el misterioso de nombre de “Red Lebanese”. La reputación intrigante de ese haschisch está relacionada con el precio, el más alto de todos, pudiendo llegar hasta 35€ el gramo.

A más de 4000 kilómetros de la capital holandesa, alrededor de la pequeña comunidad de Zahlé, se extienden las llanuras de la Békaa. En esta provincia, responsable de la mayoría de la producción de la producción de hash en el Líbano, se cultiva el famoso Red Lebanese. A la cabeza de una de las principales explotaciones, el muy mediático Ali Shamas se auto proclamó el apodo de Pablo Escobar libanés. Muy activo sobre Twitter y siempre dispuesto para mostrar su colección pavorosa de armas, desde su pistola de oro a su lanza-cohetes, a medios como la BBC, Shamas burla las autoridades sabiendo su organización intocable. La comunidad chiita de cultivadores de la Beeka, de la cual es una figura del poder, es libre del orden militar del Estado libanés, y beneficia de relaciones cercanas con el Hezbollah. El Red Lebanese es su producto más rentable, pues es deseada por el mundo entero, al crecer casi solamente  en las tierras de Shamas.

Al contrario de lo que se podría pensar, el Red Lebanese no debe su nombre a su color a menudo calificado de rojo oscuro. Lo que es rojo de verdad, es la tierra polvorosa en la cual esta variedad crece en el Líbano. De ahí viene el “Red·”. La particularidad del Red Lebanese es que las plantas son dejadas aplanadas sobre la tierra roja después de haber sido arrancadas, hasta que se sequen casi completamente.

Para explicar el precio elevado del Red, basta con girarse hacia la manufactura que lo precede. Ciertos cultivadores dan testimonio en el documental Heart of Sky de la realizadora Jessy Moussalem, verdadera joya visual en inmersión  en las comunidades del haschisch, y explican que esta variedad necesita simplemente más mano de obra que el resto. Que la recolección es más difícil y más pesada, y que el proceso de transformación de las flores en  resina es realizado completamente a mano, mayoritariamente por mujeres. Con la ayuda de telas de seda fina, se frotan las flores secadas hasta que un polvo caiga, en dirección de una bolsa de plástico en el cual el hash “madura” hasta la llegada el invierno.

El resultado es un haschisch de un marrón más oscuro que la mayoría de los hash libaneses, generalmente muy polvorosos y claros. El Red Lebanese es espumoso, en razón de una prensadura minuciosa y nunca excesiva. Aunque despeje un olor fácilmente reconocible por su carácter pimentado, el humo dulce que se aspira, y tiene un espesor casi en polvo. Si produce, como cada buen hach libanés, un high relajante y nunca agresivo, el Red Libanes se destaca rápidamente por un efecto más potente al nivel mental. Así, en las noches beyruthinas, va sin decir que más vale orientarse hacia otras variedades si ya se han bebido un par de copas.

Ariel iglesias.

Encuentro con el gerente de un cannabis club.

//

Max (su nombre ha sido cambiado) tiene 35 años.
Nacido parisino, decidió hace 4 años irse a Barcelona para abrir un cannabis club. Una elección lógica cuando uno lo piensa bien. Max fuma y cultiva desde siempre, en algún momento su asunto tenía que existir y crecer legalmente.

Barcelona fue en seguida una evidencia, por lo contrario de Amsterdam, que para él era  inviable por razones económicas. Crear un cannabis club cuando uno es europeo en Cataluña  resulta ser mucho más simple. Sólo basta un poco de paciencia, de un abogado, de tiempo para el papeleo y el trabajo administrativo y, así, en un año, el cannabis club de Max abrió sus puertas.

 

La inversión no es enorme. El cannabis que vende Max se reparte entre cada miembro. Cada compra ingresa directamente en las cajas del club como dentro de cualquier asociación sin ánimo de lucro. El objetivo siendo que sus miembros vengan a hacer una donación para poder fumar dentro de su club. Max se ve a sí mismo como el presidente de una asociación de pescadores, gestionando un círculo de apasionados que discute y habla de un arte demasiado desvalorizado por los Estados. Max vive de un pequeño salario que se paga cada mes. No gestiona una economía, vive de pan y cebolla y es plenamente feliz.

Las reglas en lo de Max son simples: para inscribirse en su club, hay que ser residente barcelonés y conocer una persona que ya sea miembro. Así se recibe las llaves del almacén, el objetivo siendo de establecer un círculo privado en el cuál la cultura de las plantas es compartida. La tarifa de inscripción es de 10 euros por año y el gramo vacila entre 6 y 10 euros.

Está prohibido consumir más de 60 gramos por mes. Una restricción sensata para eliminar todo riesgo de mercado negro: es el protocolo de guía de buenas prácticas cómo lo llama él.

El club recibe inscripciones que llegan de todo tipo de perfil, un poco mas de hombres que mujeres y las edades varían entre 25 y 35 años.

El menú que propone ?
Según las cosechas, el menú cambia cada 3 meses. Se provee en plantaciones (lugares  evidentemente mantenidos secretos) para tener todo tipo de cannabis, muchos clásicos, pero no quiere dar demasiados detalles: Cookie, Kush, Diesel, Amnesia, Cah, Bulbe Cash ( hash que hace él mismo) y la Gorilla blue, su preferida.

La que se vende mejor es la famosa Amnesia. Para conocer las tendencias del momento, internet sigue siendo la mejor herramienta, pues la TV no sirve de mucho cuando nos ponemos a hablar de cannabis.

Max encontró el equilibrio perfecto.

Mismo si no consigue pronosticar el futuro del cannabis club, debido a un contexto político inestable: “nadie se mueve de forma clara“.

A pesar de eso, le gusta decir que es el país que tiene más movimiento de Europa, sigue siendo mucho más abierto que Francia que es demasiado represor, sin ningún tipo de comprensión en cuanto a los cambios sociales.

Según él, la legislación francesa no va a empezar a cambiar y, mismo si se da el paso será algo parecido a América. El mundo artesanal del cannabis será devorado por las industrias. Las  patentes importantes serán atribuidas a las empresas grandes. Los granjeros, como los agricultores hoy, tendrán el cuchillo pegado a la garganta. Más vale quedarse en Barcelona por ahora.

 

 

 

Rencontre avec le gérant d’un cannabis club à Barcelone.

////

Max (son nom a été changé) a 35 ans.
Parisien de naissance, il a décidé il y a 4 ans de partir pour Barcelone pour ouvrir un cannabis club. Un choix assez logique quand on y pense, Max fume et fait pousser depuis toujours. Il fallait bien qu’un moment, son affaire existe et grandisse dans la légalité.

Barcelone fut tout de suite une évidence. Contrairement à Amsterdam qui pour lui reste inenvisageable à cause d’un cout trop élever pour s’installer et pour monter son business. Créer un cannabis club quand on est un Européen en Catalogne s’avère bien plus simple. Il suffit d’un peu de patience, d’un avocat, du temps pour de la paperasse et du travail administratif et voilà qu’en 1 an, le cannabis club de Max ouvre ses portes.

L’investissement n’était pas énorme. La weed que vend max est répartie entre les membres.
Chaque achat revient directement dans les caisses du club comme dans n’importe quelle association à but non lucratif. Le but étant que ses membres viennent faire un don chez lui pour qu’il puisse fumer à l’intérieur de son club. Max se voit comme le président d’une association de pêcheurs, il gère un cercle de passionné qui discute et parle d’un art trop souvent dévalorisé par les États. Max vit d’un petit salaire qu’il se reverse tous les mois. Il ne gère pas une économie , il vit d’amour et d’eau fraiche et il en est pleinement heureux.

Les règles chez Max sont simples : pour s’inscrire dans son club, il faut être résident barcelonais et connaître une personne qui est déjà membre. C’est ainsi que l’on reçoit les clefs de la boutique.
L’objectif est d’établir un cercle privé ou la culture des plantes est partagée. Le tarif d’inscription est de 10 euros par an et le gramme vacille entre 6 et 10 euros .
Il est interdit de consommer plus de 60 grammes par mois. Une restriction judicieuse qui permet d’éliminer les risques pour le marché noir, c’est le protocole de guide de bonne pratique comme il l’appelle.
Le club a des inscriptions qui viennent de tout les profils, un peu plus d’hommes que de femmes et les âges varient entre 25 et 35 ans.

Le menu qu’il propose?
Selon les récoltes, le menu change tous les 3 mois. Il se fournit dans ses plantations (endroit bien évidemment tenu secrète) Max possède tout type de weed beaucoup de classique mais il ne veut pas rentrer dans les détails: Cookie, Kush, Diesel, Ammésia, cash, bulbe hash (hash qu’il fait lui même) et de la Gorilla blue, sa préférée.
Celle qui se vend le mieux et l’indétrônable Amnézia. Pour savoir les tendances du moment, internet reste le meilleur outil, la tv n’est pas terrible quand il s’agit de parler du cannabis.

Max a trouvé l’équilibre parfait.
Même s’il n’arrive pas à prévoir le futur du cannabis club en Espagne dû à un contexte politique instable ” Personne ne bouge de manière tranchée”.
Il aime dire que ce pays est celui qui bouge le plus en Europe. Un pays qui reste très ouverts par rapport à la France qui continue d’être toujours trop répressif, sans aucune compréhension face aux changements sociaux.

La légalisation Française n’est pas prête de bouger selon lui et même si le pas se fait, ça sera comme en Amérique. Le monde artisanal du cannabis sera dévoré par les industries. Les grosses licences seront attribuées aux grandes entreprises. Les fermiers, à l’instar des agriculteurs d’aujourd’hui, auront le couteau sous la gorge.
Mieux vaut rester à Barcelone pour le moment.

 

 

Jacob 

The Haschichins Club, Baudelaire’s Sleef ; from drugs to verses.

/

Paris XIX’th century, the streets are disjointed and the dark aisles see the fog covering the city. The night is the stage of filled brothels and private clubs, including the very private Hashischins Club recently installed on the Saint Louis Island. 

After a journey of a few years in the Orient, the famous doctor Moreau of Tours returns to Paris, carrying a bag of haschich. While opium is fashionable at the time, Moreau stays persuaded that haschich has curing values for certain mental diseases. He opens, with the apinter Fernand Boissard, a brothehhod dedicated to cannabis amateurs. Men about town, bohème, artists, sentimentals, all join to explore the inconcious, also acompanied by some of the greastest writers of the time that will engrave their experiences. 

« La figure du docteur rayonnait d’enthousiasme ; ses yeux étincelaient, ses pommettes se pourpraient de rougeurs, les veines de ses tempes se dessinaient en saillie, ses narines dilatées aspiraient l’air avec force. » Ceci vous sera défalqué sur votre portion de paradis», me dit-il en me tendant la dose qui me revenait »

                                                                             Théophile Gautier lors de sa première dégustation.

”J’ai entendu des voix célestes et j’ai vu des peintures divines. J’ai descendu pendant vingt ans l’escalier de Pimodan… Mais ce matin, depuis mon réveil, je dors toujours, et je suis sans volonté ». 

                                                                              Balzac 

These sessions are called «Fantasia», and for most considered as a way to explore and observe the powers of drugs. The one that will catch everyone’s attention is dawamesk ; a sort of cream or jelly made from cannabis resin seasoned with honey, spices, almond and more. 

Baudelaire, the most famous of them all, will mostly act as an observant to describe what every drug comes with ; disenchantment. He will alter describe drugs in Les Paradis Artificiels in 1858 as a dangerous way for humans to transcend themselves and reach the ideal that drives them. 

Gautier will conclude this experience saying ; « Après une dizaine d’expériences, nous renonçâmes pour toujours à cette drogue enivrante, non qu’elle nous eut fait mal physiquement, mais le vrai littérateur n’a besoin que de ses rêves naturels, et il n’aime pas que sa pensée subisse l’influence d’un agent quelconque. »

 

 

 

Club des Hashischins, spliff de Beaudelaire : de la drogue aux vers.

/

Paris XIXème siècle, les dédales de la capitale sont décousues, les allées sombres voient le brouillard de la ville se déposer sur les balustrades des terrasses. La nuit observe les maisons closes débordées, les salons s’enivraient et un nouveau club très privé s’installa dans un hôtel particulier de l’île Saint-Louis : Le Club des Hashischins.

À la suite d’un voyage de plusieurs années en Orient, l’éminent médecin Moreau de Tours revient à Paris, et avec lui, une cargaison de haschich.
Alors que l’opium est à la mode, Moreau reste persuadé que le hashich possède des vertus psychotiques dans le traitement de certaines maladies mentales.

Il ouvre en 1843 avec le peintre Fernand Boissard une confrérie dédiée aux amateurs de cannabis. Mondains, bohèmes, artistes, sentimentales, tous s’y retrouvent pour explorer l’inconscient et avec ça c’est la fine fleur des écrivains qui relateront leurs experiences dans divers récits:

« La figure du docteur rayonnait d’enthousiasme ; ses yeux étincelaient, ses pommettes se pourpraient de rougeurs, les veines de ses tempes se dessinaient en saillie, ses narines dilatées aspiraient l’air avec force. » Ceci vous sera défalqué sur votre portion de paradis», me dit-il en me tendant la dose qui me revenait »

        Théophile Gautier lors de sa première dégustation.

   « J’ai entendu des voix célestes et j’ai vu des peintures divines. J’ai descendu pendant vingt ans l’escalier de Pimodan… Mais ce matin, depuis mon réveil, je dors toujours, et je suis sans volonté»Balzac

Ces séances de consommation appelées Fantasia par les membres étaient avant tout un lieu d’exploration et d’observation on l’on pouvait déguster exclusivement des drogues comme le haschich ou l’opium. Mais celle qui méritera le plus d’attention de la part des intellectuels sera le dawamesk: une confiture verdâtre faite à partir de résine de marijuana assaisonnée de miel, d’épices, de liqueur, de cannelle ou d’amande afin d’étudier les effets du haschich sur le corps et l’esprit.

Et comme il ne faut pas abuser des bonnes choses, Beaudelaire interviendra majoritairement en tant que spectateur pour décrire ce que n’importe quelle drogue possède: ses affres.
Il écrira la première partie des Paradis Artificiels en 1858 en définissant la drogue comme étant un moyen qui permet aux hommes de se transcender pour rejoindre l’idéal auquel ils aspirent.

Gautier quant à lui écrira: « Après une dizaine d’expériences, nous renonçâmes pour toujours à cette drogue enivrante, non qu’elle nous eut fait mal physiquement, mais le vrai littérateur n’a besoin que de ses rêves naturels, et il n’aime pas que sa pensée subisse l’influence d’un agent quelconque. »


 

 

1 3 4 5